Gabriel Ramírez Aznar en su octogésimo sexto aniversario

enero 11, 2024

El propósito de este artículo es celebrar el octogésimo sexto aniversario del gran pintor abstracto yucateco Gabriel Ramírez Aznar, quien naciera el 4 de enero de 1938, perteneciente a la generación de la Ruptura.

Sin duda es encomiable que, por iniciativa de Mario Torre, se le haya homenajeado el día de su aniversario en la Galería Secreta de manera puntual, pero también a través de la gran exposición que tuvo lugar estos últimos meses en las múltiples salas que constituyen este sorprendente espacio de exhibición.

Cabe resaltar que el hecho de que este recinto recuerde los talleres y galerías de Nueva York, así como los estudios cinematográficos tal como los imaginamos, ha resultado por completo ad hoc para exaltar al mismo tiempo la actividad de Ramírez como pintor y su consabido interés por el cine.

Puede ser que una comparación directa entre la pintura de Ramírez y su fascinación por el séptimo arte resulte exagerada: el propio pintor niega generalmente que exista una relación entre una y otra actividad, aun si su amigo José de la Colina llegó a enfatizar tal relación en su momento. Sin embargo, las palabras con las que el propio Ramírez definía la vida de aquellos precursores, que a través de una larga búsqueda hicieron posible la magia de las imágenes en movimiento, bien podrían aplicarse a su propia actividad como artista.

En su libro sobre el cine mudo mexicano, Ramírez nos dice que tales pioneros: “…no pensaban más que en una cosa y vivían para ella. Más que científicos dedicados o inventores, parecían alquimistas o fabricantes de juguetes. También ilusos soñadores que trabajaban oscura y anónimamente en el simple y prolongado deseo del hombre de reflejar imágenes en una pantalla” (Gabriel Ramírez, Crónica del cine mudo mexicano, p. 11).

Sustitúyase la palabra pantalla por la de lienzo y se tendrá aquí la esencia misma de la actividad de Gabriel Ramírez, quien se ha entregado por completo a la pintura sin pensar en otra cosa que en la satisfacción que el acto creativo le ha procurado, quizás al igual que Van Gogh, a cuya figura, determinante para su carrera, Ramírez se acercó primero por el cine, como se sabe.

Se ha hablado mucho de la continuidad que caracteriza la pintura de Ramírez, misma a la que se refería Juan García Ponce en su libro Nueve pintores mexicanos, cuando decía que “Gabriel Ramírez parece siempre estar pintando el mismo cuadro.” En realidad, al recorrer su obra de manera retrospectiva se da uno cuenta que las variaciones en ella son mucho mayores de lo que se puede pensar al contemplar cada una de las épocas del pintor de manera aislada.

Por mi parte, he puntualizado en otra ocasión la relación que existe entre la pintura más reciente de Ramírez y la aparente uniformidad de la selva yucateca: si bien para una mirada distraída la selva puede parecer la misma, es sólo deteniéndose a observarla en detalle que se llega a entender la belleza única y la especificidad de cada una de las formas y entidades que ofrece a la mirada contemplativa.

Ahora, si bien es cierto que tal parentesco entre la pintura reciente de Ramírez y la fuerza generativa del reino vegetal parece ser el fruto de una determinada entrega a lo instintivo y lo intuitivo, también es cierto que esta soltura y naturalidad es el resultado de una disciplina ligada al manejo de la composición que se hace particularmente evidente en obras anteriores. En algunas de estas últimas se hace patente una preocupación por una geometría quizás más rígida y matemática en la que predominan por momentos los planos, contrastando con sus obras más orgánicas, si bien explica igualmente el secreto de su organización.

Por ello mismo, como bien lo observaba García Ponce, está claro que “la pintura de Ramírez es siempre el escenario de una lucha entre el rigor formal y la fuerza expansiva de los instintos que quieren desbordarlo e imponer su violencia liberada” (Juan García Ponce, Nueve Pintores Mexicanos).

¿No es ese precisamente el secreto mismo de la naturaleza, cuyo infinito desenvolvimiento fluctúa siempre entre las leyes que la rigen y la libertad que le permite la existencia del azar y cuya actividad generativa parece ser tan desinteresada como la de aquellos artistas como Ramírez que sólo se preocupan por crear?

 Fuente: Diario del Sureste

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