Pablo Llana (Tijuana, 1980) definió desde hace 13 años sus marcos referenciales, por lo que a la fecha cuenta con una gran solvencia en el manejo de los recursos expresivos que emplea, ha ahondado en los abordajes temáticos por los que se interesa, y también maneja con un indudable virtuosismo los materiales a los que recurre. En efecto, sus obras generan, en nuestras sensibilidades estéticas, reacciones que pueden ocurrir de manera simultánea o gradual, entre las que descuellan la atracción, la conmoción, la inquietud, el impacto, la sorpresa y el rechazo. En lo que concierne a los asuntos que aborda, es notorio que ha insistido en denunciar la morbidez y la mortalidad que son consecuencia directa del consumo de productos chatarra, así como se ha ocupado de evidenciar las actitudes colonizadas y hasta auto colonizadas que un amplio sector de la población tiene ante el capitalismo, con énfasis en el estadunidense, temas entre los que ha retomado en fechas recientes su advertencia frente al enorme riesgo que supone la ingesta de hamburguesas. Llana domina, cada vez más, los materiales que utiliza para resolver sus obras: envolturas y etiquetas de golosinas, botanas, bebidas y alimentos procesados e industrializados tanto de marcas transnacionales como de empresas mexicanas que son consumidos de manera descomunal en la zona fronteriza México-Estados Unidos. Como destaca en CRAP, INC., este artista se adscribe a las tendencias conceptual y pop de la fase postvanguardista de la historia del arte (la cual tiene la misma edad que él), y lo hace desde los paradigmas contraculturales de la postvanguardia: lo glocal (soluciones locales para asuntos globales y domésticos), lo sostenible, el participar en la lucha en pro de los Derechos Humanos, el alejarse del racionalismo patriarcal-capitalista, el retorno a la originalidad, así como la apuesta por recobrar la utilidad social del arte.

Sede: Galería Secreta (19 de octubre de 2022)